El principal error de este Gobierno es pensar que con el maquillaje jurídico, se atraerán más inversiones. Todos los días, vemos dentro y fuera del Estado, como la falta de priorización de los mismos o la no de previsión de sus impactos SOCIO-ambientales, generan conflictos y por ende, la lentitud de sus beneficios. Y si estos llegan, en opulencia y sin transparencia, se produce en despilfarro, algunas regalías se quedan en Lima (caso Camisea) o una corrupción generalizada los termina por desaparecer (veamos a las regiones). 

¿Qué pasa con la Ley 30230, PL 3941? son normas que no necesariamente mejoran el magro sistema ambiental, ese sectorializado que hasta el sector privado crítica y culpa de que no seamos más atractivos que Bolivia –cuando en los noventa fueron sus fervientes impulsores-; esa sectorialización se complejizó con los años y aún no encuentra solución pues implica atacar lo fundamental: si queremos rapidez, necesitamos un Estado regulador y fuerte; si queremos legitimidad, necesitamos información y transparencia en la evaluación y fiscalización ambiental. Lamentablemente, sucede todo lo contrario, tenemos un MINAM que debe abrirse camino a empujones para ejercer sus facultades o un OEFA que no termina de fiscalizar y hasta posiblemente desparezca, por la presión de algunos gremios.

Desde el gobierno se dice que con el proyecto de ley 3941, el SENACE tendrá mayores competencias pero esto no termina de convencer. En estos casi 4 años de Gobierno, donde el riesgo de sumar se pierde en la realidad de los proyectos, la ansiedad de las inversiones ocasiona un desorden generalizado en la superposición de derechos sin control alguno, ya sea en el cruce de la avenida Arequipa con 28 de julio o en el último rincón de la Amazonía peruana. Estamos ante un modelo que trae más dudas que confianza. Quizás hace falta más diálogo y debate que mensajes por Twitter y Facebook, pues así el “Perú no avanza”.

Ir en automático permite una correlación de fuerzas que no nos dirige hacia el tan anhelado desarrollo ni hacia el supuesto abismo ochentero. Digamos la verdad, estamos cavando una tumba, que mina poco a poco el alcance democrático de nuestro país en los próximos años.

Columna publicada en Diario UNO.